¡De muertos ya para qué!

A las nueve de la mañana, reunidos en la Plaza de San Sebastián en Loja, me encuentro con los maestros jubilados que exigen el pago de sus pensiones jubilares. José Morales, presidente de la Coordinación Provincial de Maestros Jubilados de Loja, recuerda que la lucha lleva aproximadamente diez años, en 2010 a un grupo de maestros jubilados no se les reconoció el pago por décadas y décadas de trabajo en una de las profesiones más nobles e ineludibles para la sociedad, pero sin duda una de las menos reconocidas. José me comenta que la deuda a nivel nacional hasta a la fecha asciende a más de 800 millones de dólares, por lo que esperan que el presupuesto nacional del año próximo se incluya dicho valor y que el Gobierno les ha prometido 351 millones de dólares para empezar a pagar la deuda, sin embargo las promesas quedan en eso, promesas, mientras que ellos continúan con las manifestaciones buscando les cumplan los que por derecho les corresponde.

Lo más gracioso, me dice un grupo de jubilados, es que en agosto, cuando se subió el precio de la gasolina súper y que ese dinero se utilizaría para cancelarles sus pensiones, ahora se anuncia una nueva alza a la gasolina Eco y el presidente, por segunda vez dice  que los recursos obtenidos serán invertidos en los jubilados con discapacidades y enfermedades catastróficas, o para los viejitos como lo mencionan este grupo de jubilados, y riendo me dicen que se sienten ofendidos que les llamen viejitos cuando el presidente no está muy lejos de ellos.

Morales rechaza que el incentivo económico llegue ya cuando los maestros fallecen. Eso, dice, se está convirtiendo en una especie de requisito y califica esa acción como una indolencia. Nos comenta que a nivel nacional han fallecidos más de 400 maestros sin cobrar un solo centavo. Y en Loja, ya suman más de 40, quienes lo acompañan en la marcha, temen correr con la misma suerte.

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Los acompaño en su marcha, mientras me cuentan los múltiples problemas que tienen con el IESS, muchos de ellos mantienen préstamos con esta entidad, dinero que han invertido en la compra de sus viviendas y que se les descuenta de su pensión, pero lo que ellos más temen es que las deudas se extienden por más de treinta años y frunciendo el ceño me aseguran que no vivirán tanto como para eso y que en ese caso el banco se quedará con sus casas, un pésima decisión para ellos. La marcha avanza por la calle Alonso de Mercadillo hasta la calle José Joaquín de Olmedo, en la intersección se detienen un momento para gritar varias consignas en contra de los gobernantes:

“El pueblo lo dice y tiene razón Alianza País es pura corrupción”

“Moreno y Correa la misma cosa son, el uno es un ladrón y el otro encubridor”

La gente se detiene a observar la manifestación, muchos sonríen y pasan, otros se preguntan cuál es el problema, pero los jubilados no desmayan, aunque varios de sus compañeros ya no se encuentren con ellos, otros a los que ya se les canceló sus deudas, que son muy pocos, no abandonan el grupo, defienden el derecho a que todos reciban sus remuneraciones. La marcha emprende de nuevo, en contra del tránsito, que tiene que ser redirigido por los agentes civiles. Y en el silencio de la tranquila y fría mañana se escucha:

“Las calles son del pueblo por eso las tomamos, en esta lucha justa a Moreno le cantamos”

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La gente sale de sus casas, otros miran detrás de la cortina de la ventana, y en los balcones, los escuchan y murmuran entre sí, los señalan, unos se les unen y dicen vamos, los de los autos cercanos pitan a favor y sacan las manos por las ventanas para alentarlos, sin embargo, no todos comprenden la situación, esto se apreció cuando en la intersección de la Miguel Riofrío, la marcha obstaculizó el paso de varios vehículos, el claxon suena incansablemente, y los conductores enfurecidos gritan para que los jubilados les den paso, ellos no tienen que ver en sus problemas, a ellos no les importa lo que suceda con los jubilados, y comentan que necesitan continuar con sus actividades, los jubilados ceden ante la insistencia, sin embargo, antes de eso dos jubilados y varios conductores discuten:

Usted también trabaja, usted también podría estar en esta situación, debería apoyarnos”

Pero a nadie le duelen los problemas de otros si no les afectan en cierta medida y se marchan. No hay más razones para detener la marcha, el reloj marca las 10:15am, seguimos por la calle José Joaquín de Olmedo hasta llegar a la calle 10 de agosto y llegar a Gobernación, ahí las consignas son más sentidas, más fuerte es su voz a pesar del evidente cansancio, se forma una muchedumbre a su alrededor, son transeúntes, periodistas, funcionarios públicos que los observan, y yo me pregunto si serán conscientes de que la situación con los jubilados es un problema de décadas , que puede afectarnos.

Lo último que dicen antes de que se disperse la muchedumbre, algo que escuché a lo largo de la marcha y que arranca sonrisas a la gente, es un canto que hasta los extraños al pasar lo tararean pero que nos deja mucho en qué pensar y que resume toda la lucha que durante más de una década llevan los jubilados en el país.

“En vida que nos pagaran, en vida que nos pagaran;
de muertos ya que para qué, de muertos ya para qué,
ahí todo se han de robar”

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Antes de marcharme converso con Francisco Jara quien lleva 8 años de lucha, me comenta que en primera instancia no se les quería recibir la renuncia indicándoles que “el gobierno no tenía ni planificación ni dinero para pagarles” y nunca se justificó dónde está el dinero que ellos aportaron durante sus años de trabajo y que recibirían una vez jubilados, en su relato, con un sonrisa irónica dice que aún tienen que pagar los servicios de funeraria. Ciertamente para muchos causa risa pero vivirlo es hiriente y humillante.

Rodrigo Román, otro jubilado en busca de justicia me dice que llegarán hasta las últimas consecuencias si no cumplen con los pagos correspondientes, a nivel nacional con su dirigente Alfonso Yépez, prevé tomar como lo llaman ellos, una medida extrema y con justa razón, porque hablamos de la huelga de hambre que a su edad resultaría trágico, y todo con el fin de insensibilizar a autoridades que creen que la gente puede vivir del amor y bonitos discursos que hablan de diálogo y de paz, pero que en hechos como dice Rodrigo dan coraje e indignación.

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